Superficie: 299.3 Km ²
Nº de habitantes: 15.553 (INE 2006)
Altitud: 572 metros
Distancia a Murcia: 66 Km
Lugares de interés: Iglesia de la
Magdalena, Convento-Santuario de los Franciscanos
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En
la ribera de Argos
dejé mis ojos llorando,
Dios sabe después acá
si he tenido algún descanso.
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Hermanada
con la población barcelonesa de Mataró,
Cehegín luce escudo español con un castillo
de tres torres sobre fondo azul: la del homenaje en el
centro con mayor elevación, en oro y aterrazada
sobre el campo. A ambos lados sendos pinos en su color
y debajo del castillo dos pinos más pequeños
entre los que aparecen las ramas secas de un arbusto en
su color. Está basado en un blasón del siglo
XVI que figura en la facha da del edficio del antiguo
Concejo. .[Ver] |
Coronada la cumbre del Carrascalejo, Cehegín
se anuncia con paisaje vario y presumido. La tierra
se torna rojiza y el verde de los pastos parece iluminarse.
Hileras de cipreses, suaves ondulaciones alfombradas de pinos,
hortalizas y frutales componen un paisaje de dulce policromía.
Sierras, manantiales, llanuras elevadas, barrancos y arroyos
surcan el municipio mientras los ríos Argos y Quípar
discurren perezosos a uno y otro lado de los Cabezos de la
Jabalina. Situada en la vega del río
Argos, la villa de Cehegín muestra todavía
algunos tramos de la muralla de aquella fortaleza que, siglos
atrás, alardeaba en la colina asentada sobre sólidos
sillares de jaspe y mármol.
Una centuria más tarde, a raíz de la plaga de
filoxera que asoló el viñedo francés,
los viticultores galos se establecieron en Yecla y Jumilla.
Y es que Murcia ha sido desde siempre tierra de caldos generosos
que han conservado la pureza y reciedumbre de antaño.
Existe probada documentación de la existencia de abundantes
viñedos hacia el año 800, aunque durante la
dominación árabe fueron sustituidos por otros
cultivos.
En Cehegín, reino del cáñamo y del esparto
hasta hace unos años, la cultura brota de sus edificios
como una antigua heredad. Bajo la luz tamizada de las calles
tortuosas y empinadas, los alpargateros disponían
su mercancia para venderla a los propios vecinos o llevarla
a ferias y mercados. Ahora, junto al silencio prendido en
fachadas de arquitecturas medievales, el viajero observa al
último hilador de cáñamo, y en el centro
de la villa, erigida sobre una fuente, la escultura del Alpargatero.
Basándose en un manuscrito redactado en 1657 por el
caballero Martín de Ambel y Bernard, el cronista de
la Provincia Seráfica de Cartagena, fray Pablo Manuel
Ortega, describió así la villa en 1750:
"Cehegín es antiquísima población.
Lo prueban los vestigios que quedan de tan maravillosa
antigüedad. Tiénese por fundación de los
Griegos Phocenses o Phenicios, como otros muchos pueblos de
estas marinas, fundándose en aquella general de Plinio
que hemos puesto otras veces. Robles Corbalán dice
que dichos griegos le llamaron Theogi, que se interpreta Tierra
de Dios, aludiendo a su mucha fertilidad, opulencia, regalo
y hermosura. El río que baña los muros de Cehegín
se llamó, dicen, y aún hoy le llaman muchos,
el río de Argos. (.) Tiene su asiento esta villa de
Cehegín sobre un encumbrado peñasco monte, a
quien servía de corona un gran castillo que por su
materia, sitio y forma era inexpugnable, pues por lo que toca
a la materia son unos sillares grandísimos de jaspe
y mármol, de que abunda su término;.la forma
un enlace con los mismo gados y pirámides toscos del
risco, de un argamasón tan firme como el bronce; y
uniendo la naturaleza y el arte esto todo, fueron formando
las torres, murallas, baluartes y bastiones, con proporcionada
simetría; de modo que es tanto de advertir o de admirar
su hermosura como su fortaleza.
A la vanda del norte y gran parte de los ángulos laterales
hay un despeñadero horroroso, de peña taja,
o escarpada; y por la parte del austro, que está el
pueblo, sobre diferentes quebrados y picachos del mismo monte,
bajaba una fortísima muralla adornada al mismo tiempo
que fortalecida con 32 torres, de las que dice el doctor Espín
que alcanzó aún a ver; pero ahora sólo
quedan algunos pedazos, así de las torres como de las
murallas; bien que indican lo que fueron porque están
convertidos en un almendrolón diamantino. Al fin, esta
muralla fortalecía y abrazaba todo el pueblo, para
donde se bajaba por sola una puerta, que tenía dos
cubos o torres fortísimos, las que hoy vemos aunque
muy que brantadas, y un foso muy alto y profundo, al que daba
paso una puente levadiza".
El relato -posiblemente exagerado- coincide con la actual
población de Cehegín, la que aún baña
el Argos y muestra sus viejos tejados al sol superponiéndolos
sobre cañaverales, arena clara y cantos rodados. Pero
sus orígenes hay que buscarlos en el Cabezo Roenas
(de las Ruinas) a dos kilométros de la actual población,
en la margen derecha del río
Quípar. Allí, en plena huerta, se halla
el yacimiento arqueológico tardo-romano-visigótico
de Begastri, ciudad que fue sede episcopal desde el siglo
IV hasta el VIII.
Del caballero antes citado, Martín de Ambel y Bernard,
natural de Cehegín, cuenta el padre Ortega que hallándose
en un empeño de mucha honra quitó la vida a
otro caballero de Cehegín, y habiéndose retirado
a la hermita de la Concepción, se enmarañaron
las cosas de tal modo, que se mantuvo en el sagrado toda su
vida, que fue larga.
Martín de Ambel (1592-1601), recopilador de todo lo
escrito hasta entonces sobre Cehegín, visitó
en 1657 el Cabezo de la Muela y vio que «falda y
cumbre y alguna parte de lo llano ostentaban rastros de magníficos
edificios, distinguiéndose la forma de las calles y
plazas».
Durante el paseo, Martín de Ambel halló en el
cabezo una mesa de altar con esta inscripción: ACRVSMINUS,
obispo de la iglesia begastrensis. No obstante, aún
habría que esperar al año 1878 para identificar
la exacta localización de Begastri, gracias al hallazgo
de un ara labrada en mármol rojo de la Puebla de Mula
con el epígrafe votivo: IOVI OPTIMO MAXIMO
RP BEGASTRENSI UM RESTITUIT. (A Júpiter óptimo
máximo restituyó este simulacro y templo la
república de los begastrenses).
Las excavaciones realizadas desde 1980 por los departamentos
de Historia Antigua y Arqueología de la Universidad
de Murcia han constatado la existencia de una urbe rodeada
por tres murallas, con trazado quebrado y algunas torres.
Su construcción corresponde a dos épocas: una
romana y otra bizantina o visigoda, consecuencia de una reconstrucción
o ampliación. En el interior del recinto superior se
encuentra la ciudadela amurallada y desde ahí se desarrolla
la ciudad, de la que se han descubierto numerosas construcciones
de mamposteria y tapial. Junto a la segunda línea defensiva
construida en la falda del cerro (siglos VI a VII) existe
una necrópolis.
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