Superficie: 970.6 Km ²
Nº de habitantes: 24.124
(INE 2006)
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Altitud:
510 metros
Distancia a Murcia: 74 Km
Lugares de interés: Castillo del Marqués
de Villena, Museo Etnológico, Iglesias de
Santiago y del Salvador |
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El
blasón de Jumilla es cortado y partido. Sobre fondo
azul, castillo cuadrado en oro, almenado y donjonado de
tres torres. La central es mayor y cada una tiene tres
almenas. Al lado una ermita en oro. Los dos mazonados
de negro y adjurados de gules están aterrasados
al natural. Cortado de plata, un león rampante
armado y lampasado sobre una peña natural. En el
cuartel de la siniestra dos escaleras puestas en palo
sobre fondo azul con bordura componada de Castilla y León.
Fuera del escudo, la leyenda Muy Noble y Muy Leal.[Ver] |
Si alboreando el mes de Mayo el viajero asciende por el pinar
que abraza el convento de Santa Ana y vuelve el rostro a ese
lienzo campesino salpicado de cresterias, frutales, vides
y tierras pardas, observará, no sin sorpresa, que por
el llano cabalga un centenar de jinetes dejando a su paso
una nube de polvo que se arremolina por los caminos y sembradoras.
Podrían ser las tropas del taifa murciano Abenhudiel,
o las de Jaime I el Conquistador, que a finales del siglo
XIII tomó el castillo y repobló la comarca con
80 caballeros aragoneses cuyos apellidos aún perduran
en Jumilla. Incluso podría tratarse de las aguerridas
huestes del infante Fadrique, que asaltaron la fortaleza y
devolvieron la villa a la Corona castellana, o de las tropas
francesas, que en 1813 se acantonaron en el cerro y saquearon
la comarca. Más allá, donde confluyen la cañada
de la limena y la rambla del Judío, al abrigo del cerro
de San Jorge se alza la antigua Samala, apacible y luminosa.
Tañen las campanas y el sol, que ha ganado altura,
se derrama por esas alineaciones de cepas que en el otoño
serán pámpanos de oro. La cercanía de
los jinetes que ya han alcanzado las estribaciones del convento
disipa cualquier duda. Escoltan, en el retorno a su camarín,
la imagen del Cristo atado a la columna que la gubia de Salzillo
esculpió en 1756. El suceso congrega en Jumilla a más
de 20.000 romeros. Apenas despunta el alba desfilan de los
populares armaos (la Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad
del Cristo), se oficia una misa para despedir a la venerada
imagen y comienza la romería, que tiene sus orígenes
en el año 1848, aunque sólo hace un lustro que
ese centenar de jinetes galopa por la llanura rememorando
otras épocas, distintos aconteceres.
Al abrigo de seculares cipreses que lo protegen del viento,
el monasterio
de Santa Ana se edificó junto a un manantial
en el año 1573. Desde entonces, los padres franciscanos
han sido sus únicos moradores. Ampliado en el siglo
XVII, el claustro, el refectorio, el jardín con las
capillas, la biblioteca monacal de más de 20.000 volúmenes,
el huerto y la imagen
de Santa Ana (la popular abuelica), aguardan a los
romeros. Salvo estos días de mayo, el silencio se pasea
por esta serranía de 947 metros de altitud alfombrada
de pinares. En el siglo XVII, cuando aún corrían
por sus quebradas corzos y venados, fray Antonio Panes realizó
una hermosa descripción al entorno:
Está el convento de Santa Ana cercado de antiguos
cipréses. Desde la humilde falda del monte hasta
las cumbres altas se ve todo el sitio cubierto de, espesos
pinares, enebros, carrascas y otras plantas silvestres, sin
la infinita variedad de matas de romeros, lentiscos, tomillos,
espinos, estepas y otras yerbas medicinales que entretexidas
con los riscos de diversas figuras hazen muy agradable y devota
la vista. Descuella sobre todas otras una altísima
peña tajada, que por los muchos buitres que en ella
se anidan, dizen la Buitrera.
Tiene abajo taladrada la tierra el conejo, y en las cañadas
mas escondidas tiene su guardia el jabalí, /,a cabra
montes y el venado, que con ser tan tímido suele acercarse
al mismo convento, junto al cual muchas veces ven los frailes
desde sus celdas bandadas de corzos; y a raíz de la
misma cerca oyen los cantos de las perdices y de otra diversiciad
de aves; las cuales (especialmente en primavera los ruiseñores)
con su metodil y su dulzura regalan y suspenden los sentidos
y convidan a los Retisiosos a las alabanzas del Criador: despertándoles
con sus voces al romper el día. Desde aquí,
la nítida luz del altiplano permite apreciar cómo
esas estepas de transición con las llanuras albacetenses
levantan de manera dispersa algunas sierras aisladas: del
Escabezado, de las Cabras, del Molar, de la Cingla, del Picacho,
Larga, Santa Ana, del Buey, de Enmedio y El Carche (1.371
metros de altitud), espacio natural que conserva el carrasca¡
de Guarrafia y ejemplares dispersos de pino de Cazorla. De
excepcional valor paisajístico, en El Carche anidan,
junto a diversas rapaces el jabalí, el gato montés,
el águila real y algunos linces.
El Monasterio de Santa Ana, en el que vivió durante
tres años San Pascual Bailón, es una apacible
y silenciosa atalaya donde evocar numerosos aconteceres; no
en vano, esta Jumilla de ¡ríos y claros amaneceres,
de arrogante arquitectura, de violáceas y otoñales
melancolías, albergó a sus primeros pobladores
en el Paleolítico Inferior (450.000 años a.
de C.), supo de numerosos asentamientos, pinturas rupestres,
necropólis y hasta de un templo dedicado a la diosa
Tannit.
Ahora, sobre el cerro donde se asienta Jumilla, aún
alardea la fortaleza de los Pacheco, construida en el siglo
XV por el segundo marqués de Villena, aunque vestigios
arqueológicos apuntan a un primera ocupación
durante la segunda Edad de Bronce (1700 a. de C). Después,
iberos y romanos edificaron torres de vigilancia y tres aljibes,
conservándose restos del castillo árabe y de
la primera ermita de Jumilla, Santa Maria de Gracia, edificada
sobre los cimientos de la mezquita.
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